viernes, 20 de abril de 2012

 
                         dialogo de un alumno sumerio


- ¿Dónde has ido desde tu más tierna infancia?
-He ido a la escuela.
-¿Qué has hecho en la escuela?
-He recitado mi tablilla, he desayunado, he preparado mi nueva tablilla, la he llenado de escritura, la he terminado; después me han indicado mi recitación y, por la tarde, me han indicado mi ejercicio de escritura. Al terminar la clase he ido a mi casa, he entrado en ella y me he encontrado con mi padre que estaba sentado. He hablado a mi padre de mi ejercicio de escritura, después le he recitado mi tablilla, y mi padre ha quedado muy contento. Cuando me he despertado, al día siguiente, por la mañana, muy temprano, me he vuelto hacia mi madre y le he dicho:
- Dame mi desayuno, que tengo que ir a la escuela.
Mi madre me ha dado dos panecillos y yo me he puesto en camino y yo me he ido a la escuela. En la escuela, el vigilante de turno me ha dicho:
-¿Por qué has llegado tarde?
Asustado y con el corazón palpitante, he ido al encuentro de mi maestro y le he hecho una respetuosa reverencia.
Pero, a pesar de la reverencia, no parece que este día haya sido propicio al desdichado alumno. Tuvo que aguantar el látigo varias veces, castigado por uno de sus maestros por haberse levantado en la clase, castigado por otro por haber charlado o por haber salido indebidamente por la puerta grande y fue peor todavía, puesto que el profesor le dijo:
- Tu escritura no es satisfactoria; después de lo cual tuvo que sufrir nuevo castigo.
Aquello fue demasiado para el muchacho.
En consecuencia, insinuó a su padre que tal vez fuera una buena idea invitar al maestro a la casa y suavizarlo con algunos regalos, cosa que constituye, con toda seguridad, el primer ejemplo de pelotilla de que se haya hecho mención en toda la historia escolar.
El padre prestó atención a su sugerencia. Hicieron venir al maestro de escuela y, cuando hubo entrado en la casa, le hicieron sentar en el sitio de honor. El alumno le sirvió y le rodeó de atenciones, y de todo cuanto había aprendido en el arte de escribir sobre tabletas hizo ostentación ante su padre.
El padre, entonces, ofreció vino al maestro, le obsequió un traje nuevo y le colocó un anillo en el dedo; por esta generosidad, reconforta al aspirante a escriba en términos poéticos, diciéndole:
- Muchacho: Puesto que no has desdeñado mi palabra, ni la has echado en olvido, te deseo que puedas alcanzar el pináculo del arte de escriba y que puedas alcanzarlo plenamente... Que puedas ser el guía de tus hermanos y el jefe de tus amigos; que puedas conseguir el más alto rango entre los escolares... Has cumplido bien con tus tareas escolares, y hete aquí que te has transformado en un hombre de saber.

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